Ya me tuvo podrido en su momento la proliferación casi semanal de artículos sobre el incendio en Cromañón, las víctimas, los aniversarios, etc, etc. Ya sentí repulsión por el manejo político que hicieron los argentinos (cuándo no) con todo ese tema.
Y ahora no puedo soportar más a todos aquellos que bregan por que Callejeros deje de tocar. Hace algunas semanas un grupo de gente logró que suspendieran un recital en Tucumán. Ahora sale un tal Gustavo Bolasini diciendo en la revista Noticias que "Señales", el nuevo disco del grupo, "es un álbum que busca lucrar con una tragedia, que saca provecho de algo que el mismo grupo provocó".
A ver... por supuesto que algo tuvo que ver el grupo con el desastre de aquella noche, desde el momento en que eran parte de la organización. Incluso hay quien dice que ayudaban a entrar las bengalas a los recitales. Esas cosas las resolverá la Justicia si corresponde. Eso dando por obvio que las causas de lo que pasó van mucho más allá de una actitud en particular.
Ahora, ¿no parece bastante evidente que un grupo de personas que viven de la música que hacen tienen derecho a seguir grabando y tocando, o sea, a seguir trabajando?
A diferencia de la estupidez, la música no mata a nadie.