Veo en Últimas Noticias una nota sobre un policía que rechazó una coima de 15 mil dólares de parte de unos contrabandistas.
El tipo fue premiado, reconocido y felicitado como un auténtico héroe, un prohombre que nos demuestra que un mundo mejor es posible.
Y yo me pregunto: ¿hasta cuándo vamos a seguir premiando a quienes hacen las cosas como deben hacerse? En este país nos pasamos felicitando al honesto, cuando en realidad esa debería ser la norma y no la excepción. Y hacer de la rectitud una cualidad a admirar la hace parecer lejana, una virtud en lugar de una obligación.
Es que somos mediocres, no hay caso...
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Eran las 12.50 y yo hacía varios minutos que esperaba mi turno en una cafetería de la terminal de Tres Cruces, antes de abordar un ómnibus. Cuando estaba a punto de ser atendido, llegó una mujer suplicando que le cediera el turno porque su ómnibus estaba por salir. "El mío también está por salir", le dije. En unos treinta segundos recibí y aboné mi medialuna y mi Coca Cola, y me fui rumbo al andén. "Muchas gracias por ser tan caballero", me escupió la señora cuando me estaba yendo.
A ver, alguien que me explique la diferencia entre la caballerosidad y el machismo. ¿Por qué una mujer no puede esperar un momento a ser atendida en un comercio, cuando yo lo pude hacer perfectamente? ¿Qué es lo que se lo impide? ¿Alguna debilidad inherente a su sexo? Es una enorme hipocresía reclamar igualdad de derechos y oportunidades sólo cuando nos conviene.
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Había terminado el partido de Nacional con Miramar Misiones, y en la radio entrevistaron al jugador Becerra, que estaba furioso porque el panameño Garcés había pizarreado bastante cuando el partido ya iba 4 a 0.
Decía que cuando ya estás ganando por goleada está mal que hagas fintas y caños con la pelota, y que si fuera un brasileño todavía, pero que de un panameño es inaceptable.
Yo me pregunto cuál es el límite de la estupidez, si es que lo hay. Los "códigos del fútbol" no son más que una expresión de nuestra mediocridad. ¿Sabés qué, Becerra? Si te pinté la cara y te cagué a goles, bancate que te haga una gambeta, un caño y un sombrero, porque de eso se trata el fútbol.
"¿Para qué lo hace, para la gente?", preguntó el imbécil. Por supuesto, Becerra. Para la gente, que pagó una entrada para ver a una manga de perros como ustedes.
Y todavía como es panameño resulta que tiene menos derecho de hacerte un caño que un brasileño. Dejate de joder, Becerra.
Aclaro en el lugar de becerra lo entierro de cabeza a Garcés; pero por una cuestión de amor propio y vergüenza, no asociada a códigos de ningún tipo; en todo caso al código "A", ADRENALINA.
Si yo me luzco en mi trabajo, o en algo, me estoy saliendo de lo normal. Estoy sobresaliendo. Por eso el reconocimiento.
La honestidad no es nada sobresaliente, sino que es lo mínimo que se le puede exigir a alguien.
Yo entiendo tu punto perfectamente, pero me parece que premiar la honestidad la posiciona como un valor especial, no de orden. Y eso me parece malo, mediocre.
El tipo desbarató solito un contrabando de medio palo verde. Claro, en el medio estuvo lo de la coima que es lo que le da el color al asunto, el no aceptarla fue justamente lo que llevó a que se realice esa operación.
Como vos decís, eso es lucirse en su trabajo o salir de lo normal. Por eso el reconocimiento.
Y no me parece mal
Más allá de que entonces este caso no aplique totalmente, reafirmo mi razonamiento sobre la exaltación de la honestidad.