No es que me haya quedado en Las Vegas tantos días, sino que no me daban las bolas para postear.

Levantada en medio del desierto de Nevada, cerca del límite con Arizona, Las Vegas es una ciudad artificial, glamorosa, terraja, divertida, grotesca, exagerada, inabarcable.

Toda la actividad gira en torno a los casinos y los shows. Ambas cosas pueden encontrarse en todos los hoteles, y prácticamente sólo en los hoteles. Es más, los hoteles son casinos con habitaciones. En el lobby de cualquier hotel, siempre enormes, hay decenas y decenas de máquinas tragamonedas, mesas de ruleta, de poker y blackjack. Para jugar ahí hay que tener mucha guita o mucho autocontrol, porque si no se te va como por un tubo. Yo gané en los tragamonedas 25 dólares, bastante más de lo que jugué.

El bulevar principal de Las Vegas (Las Vegas Blvd.), conocido como la "Strip", es el centro de la ciudad y de noche es tal cual lo hemos visto tantas veces en la tele. Allí hay una réplica de la Estatua de la Libertad, de la Torre Eiffel, una pirámide, un castillo medieval... y son todos hoteles temáticos. Hasta el más terraja de los comercios tiene carteles luminosos que encandilan.

Lo más cercano a Montevideo que encontré son los mexicanos que por las noches reparten tarjetas con contactos de putas y clubes nocturnos en cada esquina. Algo así como ir por 18 y Andes, pero con más estilo.

En los cuatro días que estuve, me dí el gusto de ver "Love", el show del Cirque de Soleil con música de los Beatles remezclada por el mismísimo George Martin. Es un espectáculo tremendo que sólo puede verse en Las Vegas. Hace poco salió un disco con la música de "Love". Tal vez le dedique luego un post, pero por ahora digo que es un show impresionante, especialmente para los que somos fanáticos de los Beatles.

Nada mal para ser mi primera visita a los pagos del Tío Sam.