
La
Asociación de Empleados Bancarios del Uruguay (AEBU) decidió parar hoy miércoles. ¿Reivindicaciones salariales o laborales? ¿Despidos? No, los sindicalistas hicieron el paro ¡para festejar la recuperación de los puestos de trabajo derivada de la compra de Cofac por el Bandes venezolano! Decidieron festejar la creación de puestos de trabajo dejando de trabajar.
El corporativismo y el cinismo de los sindicatos uruguayos ha llegado ya al colmo. Cada vez estoy más convencido de que los sindicatos –especialmente los públicos– en este país no sirven para nada. Por lo menos no para el que debería ser su cometido: defender sus derechos ante los atropellos patronales de los que pueden ser objeto. Acá, su objetivo solamente es intentar obtener la mayor cantidad de privilegios laborales esforzándose lo menos posible. Y si es sin trabajar, mejor.
Por supuesto, esta conducta es mucho más reprobable cuando se trata de empleos públicos que pagamos todos nosotros o cuando son servicios que todos necesitamos (como el caso de los bancos).
Hace pocas semanas, la Unión Nacional de Obreros y Trabajadores del Transporte (UNOTT), decidió parar y dejar varada en la calle a un montón de gente porque el chofer de un ómnibus había sido asesinado. Esa misma tarde se supo que se había tratado de un homicidio pasional. En lugar de arrastrarse pidiendo disculpas –lo mínimo que podrían haber hecho–, los zánganos intentaron justificar el error.
Los sindicatos en Uruguay para lo único que han servido es para desangrar al país aumentando las comodidades y la inamovilidad de los trabajadores públicos, aún a costas del desarrollo del Estado, o como plataforma política o de ideologías retrógradas. Cuando no hay que hacer nada, hacen paro, y cuando hay que hacer paro ocupan.
Inclusive los privados en ocasiones solamente han logrado perjudicarse a ellos mismos, como en el caso del contrato de la empresa Turboflow con Botnia, que no pudo concretarse porque los obreros querían cobrar 1.800 pesos diarios de viáticos, seis veces más de lo que les ofrecían, argumentando la magnitud del emprendimiento. Es decir, sacar alguna tajada de más. Una demencia.
Hace un tiempo me reuní a tomar un café con un director de una empresa pública, y conversando sobre los reclamos sindicales me dijo que el sindicato no tiene interés en defender a la empresa o los derechos de los trabajadores, sino simplemente de conservar sus propios puestos de trabajo. Estoy hablando de un jerarca del gobierno de izquierda.
También recuerdo una vez que un obrero de la construcción falleció y el Sunca hizo paro general. En la obra de Botnia, los trabajadores y los empresarios resolvieron de común acuerdo aprovechar el paro para hacer una jornada de capacitación en accidentes de trabajo. Más allá de si Botnia es el camino al paraíso o un tentáculo diabólico del imperialismo, ese caso en particular muestra la cabeza europea. La cabeza del desarrollo.
Acá, recuerdo que el viernes 30 de diciembre (que para mí fue un día normal de trabajo) las empresas públicas cerraron a las tres de la tarde. Todo el mundo lo pasó por alto. Para mí es surreal.
En el país de los feriados nadie quiere trabajar pero todos quieren cobrar un sueldo. Y los sindicatos existen para conseguir eso. Así estamos, y así vamos a seguir.